27 mar 2010

Almendros de color rosa, Alicia Garrigó




En el país de las ilusiones todo era posible, y hasta Alcublas quedaba al doblar la esquina, cerquita del barrio.
Y cuando cerraba los ojos y respiraba hondo para no pensar profundamente y no dejar que las preocupaciones le abordaran y le consumieran, podía ver el reloj de la Iglesia, que recordaba parado, desde la última vez que lo vio.

En su mente aparecían los almendros, de color rosa, en un marzo, que sin saber porque se había vuelto terriblemente amargo, como aquellas almendras que sin avisar, cuando estas desprevenida, te dejan el paladar rancio.
A pesar de todos los dolores y las Semana Santas, tristes y de liturgia, conmemorando de forma dolorosa y tétrica la muerte de aquel Señor que todos imaginan como un Padre redentor, con la necesidad de seguir viviendo, a paso corto, despacio y con cabeza, se metió en la cocina.

Empezó a falsificar “La mona “aquel pastel que irremediablemente, hay que fabricar, comprar y en su caso, un poquito de todo.
Cogió el bizcocho, era esponjoso, cuadrangular, lo chocolateó uniformemente sin poder evitar, relamer aquel espeso, dulce, y preciado manjar de diosas, terrenas y golosas, que sin querer se enganchaba a sus dedos.
Cogió los adornos y simétricamente los fue clavando, las plumas de colores, los pollitos amarillos, los huevos envueltos en papeles plateados…
Quedó sorprendida, no estaba mal su obra, teniendo en cuenta que la cocina y ella eran buenas enemigas.

Con esta tontería se distrajo un rato.
Pero en su mente y con desasosiego y a pesar del cansancio y el agotamiento, volvían y volvían imágenes que quería borrar de su mente. Esos pensamientos recurrentes, terribles, que le llenaban los ojos de lágrimas.
Ella sabía que tenía que ser fuerte, un ejemplo para todos, era el pilar de la familia.

La vida tiene eso, que te da fuerte y donde más duele, no sea que te pase desapercibida.

Decidió que no iría de procesión un año más, intentando no sufrir un ritual colectivo que se le hacía tan extraño, un rito que tiene nombres humanos, de los de aquí abajo, para que iba a representar la muerte de nadie.

En su mente aparecían los almendros, de color rosa, en un marzo, que sin saber porque se había vuelto terriblemente amargo.

4 comentarios:

  1. Acabo de bajar de tu querido pueblecito, y los almendros ya están perdiendo su flor. Pero quedan otras muchas cosas que nos recomfortan. He cogido a nuestro común amigo Miguel y nos hemos ido a dar una vuelta solos por las montañas. Que paz y tranquiliad se respiraba, él no se si dará cuenta, lo tiene todos los días, pero yo me lo he pasado en grande.Sabes que no te quiero poner los dientes largos,me hubiese gustado que hubieses participado, pero ese río que nos separa queda un poco lejos.

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  3. El rio esta cada dia más cerca

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